lunes, 12 de octubre de 2015

Galletas Springerle

La primera vez que vi estas galletas me enamoré perdidamente de ellas, eran tan blancas, tan perfectas que me parecía imposible que fueran galletas, más bien parecían de cerámica. 
Las galletas Springerle son unas galletas alemanas con mucha tradición y muy antiguas que se forman con unos moldes especiales o rodillos muy elaborados, son bastante típicas en Navidad y se mantienen durante mucho tiempo guardadas en una lata bien cerrada, de hecho dicen que mejoran a partir de la tercera semana y duran hasta tres meses. He dicho "dicen" porque mi hijo es un auténtico monstruo de las galletas Springerle, de todas las que he hecho (que son unas cuantas) no han llegado a la segunda semana, así que no lo he comprobado.
He tardado mucho en hacerlas desde que las descubrí por varios motivos: los moldes no son precisamente baratos (unos 20 euros aproximadamente), la segunda era por el uso del carbonato de amonio en su elaboración, no es un ingrediente que tuviera por casa precisamente. Pero estas excusas se acabaron durante mi última visita a Bcn&Cakes, allí me hice con el molde y el carbonato, así que ya podía ponerme manos a la obra.
Os voy a ser sincera, me han dado más de un quebradero de cabeza, las he repetido varias veces hasta ajustar la receta y los tiempos a mi gusto y aquí están. He utilizado la receta de Bea, del Rincón de Bea, aunque he tenido que ajustar los tiempos de secado, las dejé secando 72 horas.
 Fijaos en las fotos, es que son como jaboncitos que mi madre solía poner en los cajones de la ropa cuando era pequeña, ¿a que sí? Aixxx, ya estamos! Me vuelvo a poner melancólica...






Ingredientes:

3 huevos L
300 gr. de azúcar glas
57 gr. de mantequilla a temperatura ambiente
1 cucharada de leche y 1/4 de cucharadita de Hartshorn o bicarbonato de amonio (se puede sustituir por 1/2 cucharadita de Royal)
1/4 de cucharadita de extracto de anís (puede ser otro extracto aunque las originales son de anís)
450 gr. de haina
100 gr. de Maizena

Elaboración:

1) Mezclamos la leche con el bicarbonato de amonio y dejamos reposar entre 30 y 90 minutos para neutralizar el fuerte olor. El bicarbonato de amonio es irritante en crudo, pero inocuo al hornearse, por lo que la masa no debe probarse cruda.

2) Batimos los huevos hasta que blanqueen y cuadripliquen su volumen. Añadimos el azúcar en tres veces.

3) Incorporamos la mantequilla e integramos bien. Es el momento de añadir el bicarbonato de amonio y el extracto elegido, una vez integrado, vamos vertiendo la harina poco a poco y amasando. Debe quedar una masa un poco pegajosa. Hacemos una bola, la cubrimos con papel film y metemos en la nevera una hora aproximadamente.

4) Sacamos de la nevera y vamos cogiendo porciones enharinando bien la encimera y el rodillo, las dejamos con 1 cm. de grosor, ponemos harina en el molde con la ayuda de un pincel para cubrir todos los recobecos y vamos marcando bien la masa que acabaremos de cortar con un cortador de galletas.

5) Disponemos la galleta en una bandeja forrada con papel de horno y repetimos la operación hasta acabar la masa. Las debemos dejar reposar hasta que se sequen. Hay fuentes que dicen que unas 8 horas, debe depender de la humedad del ambiente, pero las primeras pruebas que hice fueron con 8, 12 y 24 horas y todas se me rompieron. Las que me salieron como debían reposaron 72 horas, pero eso es en mi caso, en Barcelona, en unos días de humedad ambiente propia del Amazonas. Debéis notarlas más blancas, la capa superior ha de estar seca y debéis poder cogerlas con mucho cuidado sn que se rompan.

6) Una vez secas, precalentamos el horno a 150º, cogemos las galletas, nos humedecemos el dedo y lo pasamos por la base, de esta manera, favorecemos a que se forme el pie, es decir que se rompan por la base y no por el dibujo. Horneamos unos 10-12 minutos, no deben dorarse, deben estar blancas.

7) Sacamos del horno, dejamos reposar 5 minutos en la bandeja y pasamos a una rejilla. Una vez frías guardamos en una lata, separando las capas con papel de horno. Duran mucho tiempo, unos tres meses, de hecho, parece que mejoran a partir de las tres semanas, así que, si no tenéis al monstruo de las Springerle en casa como yo, paciencia.

Un besazo y hasta pronto.




Sandra

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